Para entonces los rebeldes ya habían conseguido liberar un pequeño territorio al oeste del Pico Turquino y 200 hombres disciplinados y confiados. El Che y cuatro hombres (Joel Iglesias, Alejandro Oñate (Cantinflas), «Vilo» Acuña y un guía) debieron entonces hacerse cargo de esconder, proteger y curar a los siete guerrilleros heridos durante cincuenta días. Cuando volvió a unirse con el resto, el 17 de julio, el Che tenía un pequeño ejército autónomo de 26 combatientes.